The Catacomb of Priscilla is an archaeological site on the Via Salaria in Rome, Italy, situated in what was a quarry in Roman times. This quarry was used for Christian burials from the late 2nd century through the 4th century. This catacomb, according to tradition, is named after the wife of the Consul Manius Acilius Glabrio; he is said to have become a Christian and was killed on the orders of Domitian. Some of the walls and ceilings display fine decorations illustrating Biblical scenes, images of saints and early Christian symbols, such as the painting reproduced in Giovanni Gaetano Bottari’s folio of 1754, where the Good Shepherd is depicted as feeding the lambs, with a crowing cock on his right and left hand. Simply fascinating!
In today’s gospel, Jesus says that he is the Good Shepherd, and that he gives his life for his sheep. Jesus isn’t talking about sheep here, he’s talking about people. A lot of people don’t like to be compared to sheep. For one thing, sheep are not really smart. Sheep are most of the time getting tangled up in bushes; once in a while one of them would get its head stuck in the fence as it tried to eat the grass just on the other side of it. Sometimes they could be stubborn. When they got sick, they didn’t want to take their medicine. At other times they were timid and fearful. The sheep in Jesus’ time were probably much the same. Maybe that’s why he decided to talk about sheep when he was really talking about people. So, the liturgy of the Church invites us today to consider Jesus as our Good Shepherd, and to take a look into our soul, and to check the disposition of our hearts. Despite our stupidity at times, our stubbornness and fear, he loves us and cares for us. He offers what is good for us, even when we refuse it or want to do something else.
The Good Shepherd, Jesus tells us, has a personal relationship with each of his flock. He stays with us in the midst of danger and hardship. He will not abandon us. He watches over us. He gently calls us when we begin to stray and seeks us out when we are lost. Sometimes, if we think about it, we can experience the Lord in these terms. And yet, there may be other times when the Lord seems absent–we look around and we can’t see him. There are all sorts of voices calling us, but we don’t recognize his. We feel lost, and there is no one–including God, it seems–to show us the way. At times like these, I think Jesus’ description of himself as the Good Shepherd, with all that that entails, can be reassuring to us that the Lord will never abandon us. He will protect us even though we may not see or hear him. Today, as we hear the familiar words of Jesus saying that he is the Good Shepherd, let us put our trust in the one who gives his life for us and leads us to true happiness • AE
St. Dominic Catholic Church Weekend Schedule
Saturday, April 20, 2024
3.00 p.m. Sacrament of Reconciliation – Fr. Jaime
5.00 p.m. Holy Mass (English) – Fr. Jaime
Sunday, April 21, 2024
7.30 a.m. Holy Mass (English) – Fr. Agustin E.
10.00 a.m. Holy Mass (English) – Fr. Agustin E.
12.30 p.m. Holy Mass (English) – Fr. Jaime P.
3.00 p.m. Santa Misa – P. Paco
IV Domingo del Tiempo Pascual (Ciclo B)
Nuestra vida se decide en lo cotidiano. Por lo general, no son los momentos extraordinarios y excepcionales los que marcan más nuestra existencia. Es más bien esa vida ordinaria de todos los días, con las mismas tareas y obligaciones, en contacto con las mismas personas, la que nos va configurando. En el fondo, somos lo que somos en la vida cotidiana. Esa vida, la mayor parte del tiempo, no tiene casi nada de excitante. Está hecha de repetición y rutina. Pero es nuestra vida. Somos seres cotidianos. La cotidianidad es un rasgo esencial de la persona humana. Somos al mismo tiempo responsables y víctimas de esa vida aparentemente pequeña de cada día.
En esa vida de lo normal y ordinario podemos crecer como personas y podemos también echarnos a perder. En esa vida crece nuestra responsabilidad o aumenta nuestra desidia y abandono; cuidamos nuestra dignidad o nos perdemos en la mediocridad; nos inspira y alienta el amor o actuamos desde el resentimiento y la indiferencia; nos dejamos arrastrar por la superficialidad o enraizamos nuestra vida en lo esencial; se va disolviendo nuestra fe o se va reafirmando nuestra confianza en Dios. La vida cotidiana no es algo que hay que solo soportar, es en la normalidad de cada día donde se decide nuestra calidad humana y cristiana. Ahí se fortalece la autenticidad de nuestras decisiones; ahí se purifica nuestro amor a las personas; ahí se configura nuestra manera de pensar y de creer. Rahner decía que para el hombre interior y espiritual no hay mejor maestro que la vida cotidiana. Es asín. Los seguidores de Jesús no caminamos por la vida solos y desamparados. Nos acompaña y defiende día a día el Buen Pastor. Somos las ovejas que escuchamos su voz y le seguimos. Él nos conoce a cada uno y nos regala la vida eterna. Es Cristo quien ilumina, orienta y alienta nuestra vida día a día hasta la (vida) eterna. En el día a día de la vida cotidiana hemos de buscar pues al Señor, en el amor, no en la letra muerta; en la autenticidad, no en las apariencias; en la verdad, no en los tópicos; en la creatividad, no en la pasividad y la inercia; en la luz, no en la oscuridad de las segundas intenciones; en el silencio interior, no en la agitación superficial. Ahí está Jesús, ahí está el Buen Pastor • AE
L. Cranach, El Buen Pastor (c. 1540, óleo sobre tela, Angermuseum (Alemania).
Puerta de Dios en el redil humano
fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino,
glorioso va delante del rebaño,
guiando su marchar por buen camino.
Madero de la cruz es su cayado,
su voz es la verdad que a todos llama,
su amor es el del Padre, que le ha dado
Espíritu de Dios, que a todos ama.
Pastores del Señor son sus ungidos,
nuevos cristos de Dios, son enviados
a los pueblos del mundo redimidos;
del único Pastor siervos amados.
La cruz de su Señor es su cayado,
la voz de la verdad es su llamada,
los pastos de su amor, fecundo prado,
son vida del Señor que nos es dada. Amén.
LA MEDITACION DE LA ESPOSA 